En vísperas del estreno mundial del filme Fast Food Nation, McDonald’s posa al desnudo ante la prensa. ¿La verdad es difícil de tragar?
Por Eva Sander
eva.sander@nuevoexcelsior.com.mx
Don Henderson, un ejecutivo de la cadena de comida rápida Mickey’s, tiene un problema: la carne de sus hamburguesas está infectada con bacterias letales y él tiene que averiguar por qué.
Henderson se embarca en un viaje al lado oscuro de la típica comida americana, dejando los lujos de su sala de juntas en el sur de California, para visitar los rastros operados por inmigrantes, los campos de engorda de las reses y los centros comerciales pueblerinos del corazón de Estados Unidos.
Lo que descubre es que esta Nación de Comida Rápida es territorio de consumidores que no se han dado cuenta que son ellos quienes han sido devorados por una industria de apetito voraz de cuerpos, humanos y... de otro tipo.
Citamos la ficha técnica de la película Fast Food Nation (Nación de Comida Rápida), estrenada hace unos días en Cannes, como parte de la selección del festival de cine más prestigiado del mundo. El guión fue escrito por el autor del libro homónimo, Eric Schlosser, y por Richard Linklater, que dirigió este y otros filmes como Suburbia, Dazed and confused y Before sunrise.
El estreno mundial ha causado revuelo, sobre todo en la industria de la comida rápida. Algunos protagonistas de este sector ya lanzan sus estrategias de marketing para contraatacar lo que califican de "falsedades e imprecisiones".
Por eso, en Excélsior le presentamos los argumentos de ambas partes. Decida usted, consumidor, cuál es su postura ante la comida rápida.
Súper golpéame
En 2004 el mundo perdió momentáneamente el apetito por la comida "poco sana" de McDonald’s tras el estreno del documental de bajo presupuesto Super Size Me (traducida en México como Súper engórdame). Esta cinta estuvo nominada al Óscar por mejor documental, además de haber recibido al menos tres galardones más de la industria cinematográfica.
En ella, un completo desconcido se da a la tarea de alimentarse tres veces al día, en un mes, con comida de McDonald’s. Entre más grandes las porciones, mejor. ¿El resultado? Gordura, problemas de salud y hasta una leve depresión. El mercado no tardó en dejarse oír.
La empresa respondió a nivel mundial con una multimillonaria campaña en la que condenaba el abuso de sus productos y clamaba por una vida sana. Pronto cambió sus menús para incluir varios tipos de ensalada, agua e incluyó paquetes saludables que incluían un podómetro para medir el rendimiento de una caminata y hasta manzanas como postre.
Sin embargo, a diferencia de Super Size Me, Fast Food Nation cuenta con una producción de altura —aunque mantiene el glamour antihollywood— y un reparto estelar: Wilmer Valderrama, Patricia Arquette, Ethan Hawke, Bruce Willis y Ana Claudia Talancón, entre otros.
Estuvo nominada a la Palma de Oro y el éxito del libro que llegó a las lista New York Times Bestsellers sienta un precedente. ¿De qué tamaño será ahora el golpe?
"Ya hemos tenido reacciones de la industria de la comida rápida. Han contratado agencias que aparentemente estarán listas cuando estrenemos en Estados Unidos (...) Es interesante. Nunca había hecho una película que de pronto amenaza las líneas corporativas de alguien. A ellos les va bien, todos sabemos que sus utilidades van para arriba, igual que las del petróleo", señaló Richard Linklater, en Cannes.
La compañía enfrenta una guerra mediática y ha decidido salir a dejar en claro que lo visto en la película es una pieza de ficción. A principios de mayo pasado, días antes de la presentación de una versión juvenil del libro Fast Food Nation, la industria de la comida rápida lanzó un sitio llamado Best Food Nation, en donde responde puntualmente a todos los alegatos del libro: abuso de animales, malas condiciones de trabajo, procedimientos poco higiénicos, abuso de saborizantes artificiales, contaminación de las proteínas, violación a los derechos sindicales, monopolios, abuso de poder y hasta complots organizados con los republicanos.
Aunque se reunió a toda la industria, la cruzada la lidera McDonald’s. Y es que la película hace una referencia tácita a dicha corporación, aunque el libro apuntala poco hacia la misma.
El director general de la firma, Jim Skinner, dijo a sus accionistas que no deben de creer la ola de "ficción" que pone en mal a la comida rápida y prometió que la compañía sería más agresiva y creativa en su búsqueda por "dejar las cosas en claro", según reportó la agencia Associated Press.
De la realidad a la ficción
Entrevistado por la prensa en Cannes, Linklater definió Fast Food Nation como una creación que deja atrás el aspecto documental —después de todo, "Él no hace documentales"— y en esta película explora un mundo que no existe.
Aun así, McDonald’s y su gremio no son los únicos que han salido a pregonar su verdad. Hay otro protagonista en esta historia: el mismo Eric Schlosser. Según el diario Chicago Tribune, Schlosser arrancó una gira la segunda semana de mayo para promover su nuevo libro, Chew On This: Everything You Don’t Want To Know About Fast Food (Mastica esto: todo lo que no quieres saber de la comida rápida) coescrito con Charles Wilson, un vegetariano.
Estos son sus tres argumentos fundamentales:
-La comida rápida acelera la industrialización de la industria de alimentos estadunidense, especialmente la relativa a productos del campo.
Esto fomenta la crueldad contra los animales y es dañino para el ambiente.
-La comida rápida está llena de sustancias químicas saborizantes, así como de grasas y azúcares que han contribuido a la epidemia de obesidad.
-La industria de la comida rápida explota a trabajadores adolescentes en los restaurantes. "Es una industria que alimenta adolescentes y que se alimenta de ellos", dicen los autores.
Testimonio ocular*
*nota de la redacción: en esta parte, la reportera comenta su experiencia personal y parece darle un sentido de exculpación a la trasnacional, y aunque consideré el hecho de no incluir esta parte porque "no creo en tanta belleza" siento que es mi obligación ofrecer la nota de la periodista de manera completa.
Tras darse a la tarea de leer el libro Fast Food Nation, Excélsior acompañó a McDonald’s México en su gira de calidad. Las imágenes, olores y colores descritas en el libro nos habían dado una idea sobre lo que veríamos en esos dos días.
Se esperaba un fuerte olor a estiércol al llegar al campo de cultivo de lechugas en Irapuato. Entre el sol que se asomaba tras una fuerte llovizna y las numerosas líneas de hojas verdes, nos preparamos para lo peor. De lo único que estábamos seguros era de la cantidad de lodo.
Abrimos la puerta de la camioneta en donde viajaba la mitad del grupo de periodistas invitados como parte del programa Puertas Abiertas de la hamburguesera y... sólo olía a campo.
Estábamos en uno de los ranchos de la compañía Mr. Lucky, perteneciente a la familia Usabiaga (sí, de Javier Usabiaga, ex secretario de Agricultura) a campo abierto. No había agua estancada, perros callejeros, ni basura.
Nos enseñaron cómo evitaban usar pesticidas introduciendo avispas que acababan con plagas, y cómo regaban las lechugas con agua potable.
Pasamos a la planta en donde el reto más grande es mantener "la cadena de frío", que protege a la delicada lechuga para mantenerla fresca, crujiente e higiénica.
Vimos las tinas de lavado y de- sinfectado de las verduras. Casi no encontramos cuchillos ni herramientas peligrosas.
"Nos regimos por el código de buenas prácticas agrícolas que se enfocan claramente en la inocuidad, es decir, en la seguridad de los alimentos", señala Miguel Ángel Usabiaga, quien dirije las operaciones de los ranchos y plantas de Mr. Lucky y la empresa Comercializadora GAB.
En poco tiempo, Mr. Lucky será el primer centro de producción agrícola en contar con ISO 9000.
Un día después, llegamos a Monterrey, en donde lo más temido de la visita era la planta de procesamiento de proteínas: carne de res y pollo. Esperábamos ríos de sangre, olores agrios, algunos uniformes percudidos y algo de cochambre. No lo vimos.
"Esta planta se voltea al revés y se lava a presión y con sustancias especiales a las 23:00 horas, todos los días", dijo Pedro Gómez, director general de Trosi de Carnes, en Apodaca, Nuevo León, "Si alguien quiere venir a verlo está invitado cualquier día".
Trosi procesa alrededor de 650 toneladas promedio para McDonald’s México. Es una planta Tipo de Inspección Federal (TIF), aprobada por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos. Puede transportar y distribuir a todo el país, e incluso al extranjero, carne de res, ave y cerdo. Vestidos cual astronautas, revisamos el proceso con el que se fabrican las carnes de hamburguesa. Y nos comimos una tras sacarla directamente de la línea.
Abren las puertas
En los dos días del viaje, nos dejaron preguntar lo que fuera. De lo único que se negaron a hablar fue de lo que hace la competencia. No restringieron el acceso, podíamos hablar con cualquiera y lo único que pidieron a cambio de la entrada a las plantas de producción y su cocina fue que siguiéramos los mismos lineamientos y políticas que les exigían a sus empleados.
Eso significó: sin anillos o aretes, cero maquillaje, desinfección de manos, uñas y codos, ropa especial, botas de hule, guantes, proceso de sanitización, cofias y redes en el cabello, casco, cubrezapatos, mojar las suelas en bactericida.
A lo largo de los días de viaje, Excélsior cuestionó a Manuel Loaeza, director de Compras y Aseguramiento de Calidad de McDonald’s México:
—¿En dónde fabrican los saborizantes que usan para carne y papas?
—No usamos saborizantes, es pura carne o papa, sal y pimienta.
—¿Usan pedacería en sus McNuggets?
—Nunca han contenido pedacería, ni pellejo, ni cartílago. En México se prefiere la pechuga, por lo que nos adaptamos a eso.
—¿Es cierto que maltratan a las vacas?
—Tenemos un código, el de Animal Walfare que busca proteger a los animales en vida y que sufran lo menos posible cuando son sacrificados. Primero se les duerme y luego se les degüella.
—¿Es cierto que su carne tiene el riesgo de estar contaminada?
—Nos aseguramos de la sanidad de la carne desde antes de que se mate al animal: desde lo que comen, hasta cómo son sacrificados, cómo se transporta para su procesamiento... son muchos los procesos. Lo que más quiero en el mundo, mis dos hijos, comen en McDonald’s por lo menos una vez a la semana, si hubiera algún peligro ¿crees que los dejaría?
—¿Pueden detectar un problema a tiempo?
—Usamos códigos que nos permiten saber exactamente de dónde viene cada producto, de qué campo, de qué lote, de qué congelador, de qué camión. En cualquier momento podemos sacar del mercado algo que sea potencialmente un riesgo. Es una oferta que pocos pueden decir que tienen e involucra mucha tecnología.
-¿Les molesta de alguna manera que hablen mal de ustedes?
-Claro. Mi honestidad y profesionalismo no tienen por qué ser cuestionados. Hay todo tipo de historias incongruentes.
Ya es hora de presumir lo bien que hacemos las cosas. Sí estoy consciente de la responsabilidad que tenemos con los clientes y mi compromiso es con la seguridad y la calidad de los alimentos.
Alimento para el cerebro
En realidad, la campaña informativa de la cadena McDonald’s no es algo nuevo. Este es el tercer viaje al que invitan a la prensa. El primero fue hace cuatro años.
Incluso antes de eso, desde que llegó McDonald’s a México, cualquiera puede entrar a sus cocinas. Es cosa de pedirle un tour al gerente, y listo. Esta es la política de Puertas Abiertas que forma parte de su filosofía corporativa.
Sin embargo, la duda queda: ¿por qué habla McDonald’s ahora? ¿Será que McDonald’s, la octava marca más valiosa del mundo según Interbrand, es un blanco fácil para los altermundistas? ¿Será que no quieren volver a vivir una crisis en la que su precio accionario se devalúa? ¿Será que en verdad ya se cansaron de ser atacados? ¿Por qué la insistencia?
Por su parte, Eric Schlosser está viviendo sus 15 minutos de fama. De ser un periodista de un diario modesto en una ciudad de bajo perfil, ha pasado a codearse con las estrellas de Cannes. Se ha convertido en un activista venerado por las mentes verdes. Es una nueva estrella.
¿Quién gana? ¿Quién pierde? En esta guerra, usted decide.
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Colaboración: Armando Hernández arhermen@msn.com