| Lo que consumimos de alguna manera nos define, por que al hacerlo definimos también lo que consideramos valioso, importante y/o necesario. El consumo cultural, la apropiación, uso y disfrute de bienes y valores simbólicos, muestra con mayor claridad –sin ser más importante– ciertas pinceladas de nuestro ser individual y colectivo.
Como ejercicio periodístico, nos hemos querido acercar un poco a husmear esa faceta de los personajes vinculados a los espacios de la toma de decisiones.
Sobre ello, el doctor Néstor García Canclini, comenta en entrevista que puede ser “más interesante saber cuáles son las preferencias culturales de los candidatos a un puesto de elección popular, que conocer su historial amoroso e incluso aveces su discurso político-programático, ya que eventualmente, es sólo una impostura memorizada”.
Esto nos ayuda a saber “cómo entienden México, cómo se vinculan con la realidad multicultural que les rodea dada la degradación y la pobreza de su entendimiento sobre el país –en muchos casos–, y nos ayuda a prever cómo podrían comportarse ante su responsabilidad, en ciertas situaciones históricas”.
Por ello, el investigador-consultor de la UNESCO considera preocupante que un candidato a un cargo público en México, donde el gasto en consumo cultural corresponde a casi del 10% del Producto Interno Bruto; pudiera negarse a expresar su consumo y prácticas culturales y a definirse ante el tema, “pues indicaría que no se define ante una realidad de ese tamaño, ni tiene algo que decir”. Hoy iniciamos una serie de entregas con entrevistas a personajes de la vida pública nacional, arrancando con quienes ocupan el lugar número uno en las listas plurinominales al senado de la República de los tres partidos mayoritarios en el País.
Rosario Ibarra de Piedra. PRD Fascinada por Darío, Nájera y Santos Chocano “Por encima de todas las artes, y a pesar de haber estudiado danza, piano, declamación y canto, la literatura es mi pasión eterna desde que aprendí a leer a los cuatro años”, reflexiona en voz alta esta mujer con 79 años en la cuenta; bullanguera, defensora de disidentes políticos, explosiva y con cierto aire de nostalgia.
Madre del desaparecido militante de la Liga Comunista 23 de Septiembre, Jesús Piedra Ibarra, doña Rosario es “una ratona de biblioteca”, que siente “absoluta fascinación por las sonatas de Valle-Inclán, los versos de Rubén Darío, de Gutiérrez Nájera, de José Santos Chocano”, que no le emociona la poesía no versificada; y que de García Márquez le gustó más La mala hora que Cien años de soledad.
Histriónica, rechaza el entretenimiento basado en “matazones, golpes y sangre como Duro de matar, Rocky y quien sabe cuántas más. ¡Hasta los nintendos son pura agresión, el Mario Bross es Salinas de Gortari redivivo: chaparro, con bigotito, brinque y brinque y mate y mate!”.
Fiel escucha de Beethoven, Mozart, Strauss, Manuel M. Ponce y Agustín Lara, esta activista recapacita y suelta: “Quizá por mi edad prefiero lo clásico, la ópera, la zarzuela, el ballet y la tauromaquia. ¡Quería ser torera!, pero la crueldad de la muerte del toro me molesta”.
Añeja consumidora de catálogos de obra plástica, esta coahuilense dice que en su “tiempo libre” prefiere “dormir, leer, ir a La Lagunilla y comprar libros viejos en la calle de Donceles, aunque me la pase estornudando”.
–¿Cantinas?
–No, mejor tomo en mi casa, los lugares oscuros me caen gordos.
Rosario Green Macías. PRI Marcada por Crimen y castigo, de Dostoievski De no haberse dedicado a la política, tal vez tendríamos en ella a una “actriz de teatro o una cantante de ópera”, “fanática del cine” que le da “vergüenza reco-nocer que muchas veces hasta el mal cine” le gusta, que es “co-leccionista de películas” con una fuerte debilidad por “el cine político francés, el cine negro inglés” y las superproducciones estadu-nidenses; pero sin atracción alguna por los westerns ni las cintas sobre deportes.
Del llamado nuevo cine mexicano, la excanciller de 65 años aprecia “ese intento por separarse de la época de oro del cine mexicano lloroncito y moralino, que fue bello; grandes actores, gran fotografía y magníficos directores, pero moralino”.
Autodefinida como mozartiana, aficionada a la ópera, admiradora de la audacia del cantante Bryan Ferri, seguidora de Luis Miguel, de Serrat y Sabina, de Los Panchos y del Cuarteto Cedrón, nos confiesa que estudió piano y engañaba a su profesora “porque no leía las partituras”, que tocaba en la guitarra “las canciones peladitas de Chava Flores” y que escribe “viñetas de ficción que probablemente nunca publicaré”.
De las letras, Green Macías se dice marcada por Crimen y Castigo de Dostoievski, seducida por la poesía de Benedetti y Neruda, por “la magia de las novelas del Gabo”, de Cortázar “sin el cual uno no entiende muy bien el mundo”, y de Sábato que “me enseñó ese otro Buenos Aires de las cosas casi fantasmagóricas”.
Santiago Creel Miranda. PAN "Sin menospreciar a nadie, Diego es Diego" (Rivera)
En su escala de apreciación artística la cúspide es para la pintura “de Luppi, de Mantegna, de Caravaggio, de Tiziano, llegando a Velázquez, el pintor de los pintores, y del más grande de todos los tiempos: Goya”.
Entrevistado en época de campaña, pero sabedor de que su escaño en el senado está garantizado al haber sido enlistado en la punta de la nómina blanquiazul, Creel habla con reposo de su gusto por la obra de Vicente Rojo, de Roger Von Gunthen, de Andy Warhol y de su veneración por el trabajo de Diego Rivera. “Sin menospreciar a nadie, Diego es Diego, y no sólo el muralista, que es excelente, sino Diego el de caballete que es inclusive superior a Frida”.
Reacio a acudir a antros donde “los tumultos no te dejan bailar, y si quieres una cuba o un tequila no llegan, y el voumen de la música es de tal magnitud que no te deja platicar”, este abogado de 51 años jura nunca haber ido a un table dance, pero sí ser el primero en apuntarse “a una invitación a escuchar buen jazz o una buena trova”.
El ex secretario de Gobernación no tiene libros de cabecera, pero acepta que –por etapas– ha estado cerca de autores y textos que van desde El Conde de Montecristo a Cien Años de Soledad, pasando por la poesía de Díaz Mirón, Manuel José Othón, López Velarde, Góngora y Argote, hasta Miguel Ángel de Quevedo.
Exento, según su propia valoración, de habilidad artística alguna, confiesa que habría deseado “escribir pero lo que se dice escribir. Cuando lees un buen ensayo de Ortega y Gaset, tienes que ubicarte ¿no?”.
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